• Desafío al corazón. Capítulo {61}

13:55

Rodeé algunos árboles, miré detrás de algunas piedras. Nada. Sostuve la pistola en mi entrepierna un segundo y me llevé las manos a mi cabeza. Tiré de mi coletero y dejé caer mi cabello para hacérmela de nuevo. Lástima que de nuevo, él ganaba.
-Hola. – me susurró al oído mientras me rodeaba por la cintura con sus brazos. Quizás os parezca extraño, pero me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. No pude hacerme el moño así que, lo dejé suelto. Me giré lentamente y solté una pequeña risa al verle.
-¿Qué? – rió.
-Nada. – carcajeé.
Y Cogí la pistola en mis manos. Él elevó una ceja y yo sonreí maliciosamente. Me alejé, no demasiado y le disparé. Un poco en el dorso, otro en el estómago, un poco más en el pelo y como toque final, me miró esta vez él maliciosamente. Sonreí y dirigí la pistola hasta su entrepierna y disparé. Él abrió mucho los ojos y actuó como un herido y como si la pintura fuese una bala de verdad. Yo comencé a reír demasiado, era imposible. Me tiré al suelo mientras reía. Su rostro era demasiado…cómico. Me había entrado un autentico ataque de risa. Se acercó a mí y manchó casi todo mi cabello. Yo era la que menos manchada estaba. La verdad que era su oportunidad para ‘ensalzarse’ Se colocó casi sobre mí, mientras me hacía cosquillas en el cuello. Me faltaba la respiración, la cabeza me iba a explotar y la barriga me dolía muchísimo de reír tanto, tenía algunas lágrimas en los ojos incluso. Paró de hacerme cosquillas y comenzó a mancharme aún más con la pintura.
-¡Para ya Justin! – grité carcajeando mientras intentaba sacármelo de encima.
-No. – dejó las pistolas a un lado y me cogió las muñecas con cuidado, dejándolas paralelas a mi cabeza.
-Necesito respirar. – dije carcajeando. – Me estoy muriendo. - volví a reír y él se contagió, riendo también.
-Vale, ya. – me relajé un poco aún sin dejar de sonreír. – Ahora suéltame.
-Escápate. – me susurró.
-No puedo.
-Es verdad. – curvó sus labios y observó los míos un segundo para luego dirigir su mirada hasta mis ojos.
-¿Qué? – sonreí.
-Nada.
Se acercó peligrosamente y me besó la mejilla, siguiendo el camino hasta mi boca y amagando para llegar a mi cuello y depositar unos cortos besos mojados. Se separó y se puso en pie rápidamente, casi no me dio tiempo a pestañear. Me tendió su mano y la cogí poniéndome en pie. Le miré perdida. Me acababa de dejar desconcertada y con ganas de más.
-Eso tampoco se vale. – tiré de su blusa y lo pegué junto a mí mientras él reía divertido.
-¿El qué? – me preguntó ingenuo.
-Tú. Eres un tramposo.
Pasé mi mano por su cara y limpié un poco la pintura. Me quedé observándole detenidamente. Repasé sus lunares con la yema de mi dedo pulgar mientras me llevaba la textura de la pintura. Me encanta esa pequeña marca que tiene en el cachete, ese pequeño corte a penas visible. Le da un toque de chico malo que me encanta. Sus ojos brillan muchísimo, son dorados y cuando le da la luz, los vislumbra y se ven totalmente hermosos. Sus labios son de un tono rosa fuerte y cuando los beso, se le ponen rojos y son sumamente suaves. Diablos. Otra vez quedándome en el limbo.
-Estás hecho un asco.
-Tú no te quedas atrás.
-Aún así me dan ganas de comerte.
-Lo sé. Me lo suelen decir todas.
Fruncí el ceño y le di un pequeño puñetazo en el hombro, me alejé de él y cogí la pistola. Pero él rápidamente la dejó donde estaba y carcajeando y me volvió a tomar por la cintura.
-Eran bromas. Eres una celosa. – carcajeó retirando mi cabello hacia atrás. Imité el papel de enfadada. Él se acercó y me dio un fugaz beso en los labios. Seguí con el mismo rostro. Elevó una ceja y sonrió.
- ¿Me perdonas? – yo negué con la cabeza y volvió a besarme, esta vez durando apenas diez segundos, pero más largo que el anterior. Se alejó.
- ¿Me perdonas? – Volví a negar. Y me cogió en peso.
-¡Vale, vale, vale! Te perdono. – dije riendo mientras él caminaba hasta el pequeño río. No se detenía. – ¡Que sí, que te perdono! – grité. Vi como a lo lejos habían algunos chicos aún jugando. - ¡Justin!
No me dio importancia y siguió. Llegamos al río, el agua se veía increíblemente helada. Me miró maliciosamente y juro que sentí miedo.
-¡No! – grité y me agarré fuertemente a él. – No. – volví a negar. Él me miró y carcajeó.
-No me río. – dije totalmente en serio. – Ni se te ocurra meterme ahí, porque me enfado de verdad.
-¿Ah, sí? – dio un paso hacia adelante.
Intenté soltarme para bajar al suelo y echar a correr. Pero obviamente él tiene muchísima más fuerza que yo y me agarró aún más fuerte dejándome sin espacio. Bien. Ahora me tocaba jugar a mí. Le rodeé con mis brazos como pude y me acerqué a sus labios para susurrar una frase subida de tono en su boca. Él bajó el ritmo. Esto siempre funcionaba. Dejó algo de espacio en nuestros cuerpos y me cogió a ahorcadas pero conmigo en brazos y en pie. Comencé a besar su cuello y a dar leves mordisquitos en él, comencé a dibujar un camino de besos hasta su boca y cuando llegué casi me lancé contra sus labios.
Creo que no se esperaba que le fuera a besar de esa forma tan ardiente. Pero estaba en mi juego. Lo conocía perfectamente y si tenía en su cabeza la idea de tirarme al agua, lo iba a hacer. Succioné sus labios, los mordí, me encargué de su inferior, tiré de él, lo volví a besar. Deseaba besarme él, intentaba llevar el control, quitármelo a mí. Intentaba tocar mi lengua y entrar en mi boca pero yo no le dejaba. Me curvé más contra él y soltó un leve gruñido en mi boca de desesperación. Odiaba intentar algo y no conseguirlo. Succioné su labio inferior y me alejé un segundo. Lo miré a los ojos, me miraba expectante. Dejó caer su mano derecha para comenzar a acariciarme la espalda y perdió un poco de fuerza. Cuando estaba a punto de volver a besarle, me escapé y eché a correr. Lo había dejado con las ganas y había ganado. Maslow 1 – Justin 0.
-¡Estás jugando sucio gatita! - gritó riendo.
Carcajeando corrí y salté algunas piedras que habían en el camino, Justin me seguía. Creo que en mi vida había corrido tanto como hoy. Salté al césped aún riendo, pero ya no había forma. Me alcanzó. Me giró y caímos los dos al suelo. Riendo sin parar. Él sobre mí de nuevo.
-Me rindo. – carcajeé.
Tras un pequeño ‘Shh’ eleva su dedo índice y lo coloca sobre mis labios silenciándome mientras esbozaba una sonrisa curvada. No sabes lo que es sonreírle y que él te mire, que luego te sonría y luego no sepas como deshacerte del mundo entero. Sin saber por qué, no suelto ni la más mínima palabra. Me quedo en silencio observándole. Nunca pensé que este momento llegaría, esos nervios, esas estúpidas y placenteras mariposas que están dentro de mi estomago haciéndome esas molestas cosquillas. Esas ganas de hablar con el día sí, día también y esos latidos que sientes cuando ves que se está acercando. El tiempo se ralentiza, nuestras bocas se aproximan. Se mezclan, delicada e intensamente. Su lengua me transmite sabores y miles de impresiones distintas. Este beso, es distinto al anterior. Dulce, pero a la vez demostrando necesidad. Su lengua me sabe a menta y me encanta. No quiero separarme, de hecho no voy a hacerlo aún me esté muriendo por falta de oxigeno. Decidió alejarse él, pero sin separar el más mínimo centímetro que alejaba nuestros cuerpos. Llenos de pintura hasta los topes, sobre la hierba en una mañana hermosa. Cuando nos separamos, Justin me acarició la mejilla y volvió a mirarme a los ojos. No sabía si quería decirme algo con aquella mirada, pues estaba casi calándome el alma. Nos quedamos en silencio, escuchando a lo lejos como aún algunos seguían con sus batallas de pintura. Se acercó de nuevo a mí y me besó suavemente, sumamente lento, me estaba derritiendo. Quedó a un centímetro de mis labios y susurró algo, que hizo que todo mi mundo callera de repente sobre mí.
-Te amo.
Le miré. Mi corazón gritaba. Esas dos palabras fueron como un autentico tiroteo. Como en ese momento en el que ves un fuego artificial despegar y sin darte tiempo a pensar ¡BOOOM! Estalla en mil colores y todo tu interior se paraliza. Y de repente me asusto. ‘Te amo’ ya no es ‘Te quiero’ ni ‘Me gustas’ es ‘Te amo’. Te amo es amor. Amor, ¿No? con mayúsculas, el amor loco, la felicidad absoluta, ese que desplaza a todos los demás. Amor infinito, ilimitado, amor, amor, amor, amor. Cuatro veces amor. Como quedarte colgando boca abajo en esa montaña rusa que tanto miedo te da, pero cuando bajas, quieres volver a repetirlo. ¿Que dónde estoy ahora?, ¿En qué tramo? Creo que me he quedado colgando boca abajo.
-¿Qué?- susurro contra sus labios. No sé si porque me gustaría volver a escucharlo o porque no tengo palabras para formular una frase.
-Que te amo. – susurra de nuevo y mi corazón vuelve a gritar.
Sonrío y mientras él con la yema de su dedo pulgar acaricia la comisura de mis labios, le robo un beso de esos, de caramelo. De los que cuesta separar los labios y cuando lo hacen, caen poco a poco, como si estuvieran pegados con la gotita más potente del mundo. Y me alejo. Y me atrevo.
-Yo también te amo.
Y te quedas mirándome con esa carita tan tuya y entonces creo que tus ojos, que se muestran como cristales dorados, en algún momento, en este mismo instante van a estallar. Pero no lo hacen y te ríes, me miras y me rozas con tus labios de nuevo para luego con calma, separarte y recostarte a mi lado. Giro mi cabeza y susurro alguna que otra estrofa de la primera canción que se me venga a la cabeza, vuelves a reírte y me acaricias la cintura
Miro a mi lado, aquí estás tú, te ves feliz, puedo sentirlo. Me quedo embobada mirando su sonrisa, es preciosa. Él sigue sonriendo, tiene una sonrisa muy sincera, limpia, de esas que lo dicen todo. Observamos el cielo. Nos quedamos viendo como las nubes grandes y deformes se pasean por nuestra vista, haciendo aun más interesante nuestro entorno. Qué raro. Que curiosa y extraña es la vida. Me había olvidado de la felicidad y cuando él apareció de una manera algo extraña me la volvió a regalar. Bueno, de una manera extraña no. Odiándole infinitamente, consiguió enamorarme. Aún no sé cómo, sólo sé que lo consiguió. Me enamoré de él sin querer. Tenía algo que aún sigo sin saber qué, que me llena, sus miradas me tranquilizan y sus besos me vuelven loca. Su sonrisa es capaz de alegrarme un día. Le dio luz otra vez a mi felicidad y me di cuenta que era hora de quitarle el polvo a mi alma y volver a poner en marcha la máquina de los sueños lentamente. Porque sé que quiero irme todas las noches con un "Buenas noches, gatita, que tengas sueños bonitos." Sí, cariño, los tendré siempre y cuando estés tú por aquí, en el caos de mi vida. Es algo muy complicado y fácil a la vez, es...amor.

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