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Acaba de sonar el timbre de mi casa, justo ahora que acabo de salir de la ducha. Mi padre se asoma por las escaleras y dice que es para mí. Me invade la alegría, el éxtasis, las ganas de abrir, la esperanza, y quizás una segunda oportunidad. Pienso en quién podría estar atrás de aquel trozo de madera con pomo esperando. A mí, precisamente. Me visto lo más rápido que puedo y sin apenas haberme cepillado el pelo, ni haberme puesto los pendientes, ni los zapatos, bajo. Me salto escalones, me agarro a la barandilla y al llegar a la entrada le veo a él, apoyado en la pared mirando hacia fuera. Me acerco y nos damos un abrazo, sin hablar. “Solo venía para verte un momento” seguido de una sonrisa casi forzada, y un adiós. Se va, así. Y me quedo allí, con el pelo aún mojado, descalza. Me doy la vuelta y cierro la puerta y allí estaba mi padre sonriendo. Exacto papá. Esa es la razón 
de las excusas, de estar todo el día con el puto móvil, y de las noches en vela.



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1 comentarios

  1. Y sí la razón de todo es ÉL. No hay sentimiento más bonito que el enamoramiento, el no saber describir con palabras lo que sientes por alguien...

    me ENCANTA! Te sigo y te espero por mi blog!

    Un besito

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