• Desafío al corazón. Capítulo {26}

11:05

• Capítulo 26

Elevó una ceja divertido y pasé por su lado, rosando su hombro con fuerza. Él carcajeó y subí las escaleras. Había tres habitaciones y dos baños. Entré en una.
- Creo que quieres dormir en la mía. – me giré, estaba en el marco de la puerta.
Le regalé una regañiza. Volví mi mirada a la habitación. Era blanca y una de las paredes era morada. Volví a girarme. Salí de la habitación y entré en otra. Esta era beige. Era bastante espaciosa. Me siguió.
- ¿Quieres dejar de seguirme?
- ¿Quieres dejar de ser tan distante? – dijo entrando en la habitación.
- Olvídame Justin. – abrí la cortina, podía apreciar la playa desde mi ventana. Era realmente hermoso. Me quedé totalmente admirada.
- Es bonito. – dijo a mi lado.
- Sí. - dije en un suspiro.
Lo miro. Me mira. Me giro y salgo de la habitación. Encuentro el baño, es grande, es bastante grande. Hay una ducha, un jacuzzi y una bañera. Salgo del baño, cerrando la puerta y bajo hasta el salón. Él está acostado viendo la tele. Sin blusa. Trago saliva.
- Esa maleta es tuya. – dijo señalando la pequeña maleta marrón. – Ruth me la dio para ti. – dijo sin mirarme.
Frunzo el ceño y subo las escaleras despacio. Siento caer el mando de la televisión al suelo, pero rápidamente lo coge. Llego a mi habitación, abro el pomo de la puerta y entro. Me dejo caer en la cama, dando un fuerte suspiro de cansancio. Me quedo mirando al techo. Este lugar es muy tranquilo. A penas se escucha el ligero toque de las olas. Mi pensamiento se distorsiona, es muy extraño todo esto que me está pasando últimamente. Cierro los ojos con fuerza y de repente una corriente de nostalgia me abunda. Respiro hondo. La puerta se abre.
- ¿Vas a comer? – pregunta Justin desde la puerta. Medito la contestación en mi mente hasta que decido aceptar.
- Bueno. – me elevo de hombros.
- ¿Qué pedimos? – frunzo el ceño.
- ¿Pedir? – me siento.
- ¿No pensarás que te voy a hacer de comer no? – carcajea arrogante.
- Deberías. – digo poniéndome en pié. – Fuera. Me voy cambiar. – le ordeno deshaciendo la maleta. Observo la poca ropa que hay. Me giro. Me observa con el ceño fruncido.
- Adiós. – repito. El carcajea y cierra la puerta. Vuelvo a respirar hondo.
Saco un pequeño pijama corto de la maleta. Es de pata corta, llega por el muslo y es de color negro. Le acompaña una blusa de tirantas con una sonrisa dibujada de un color amarillo cantoso. ¿En serio? Lo tiro sobre la cama y me acerco a la ventana. La abro y una corriente de aire hace que mis pelos se alboroten. Me rio y abro los brazos al completo. A veces es bonito sentirse libre. Dejo la ventana abierta y analizo de nuevo el pijama.
- Pff.- suspiro. – Tendré que ponerme esto. No hay más.
Cojo el pijama, ropa interior y cierro mi habitación. Entro en el baño y me veo reflejada en el espejo. No asimilo que esta que se ve ahí, sea yo. ¿Qué dirán las chicas cuando me vean? ¿Mamá? ¿Qué será de mamá? Hace dos días que no hablo con ella. La echo mucho de menos. Suspiro pesadamente y termino de quitarme la ropa. La dejo sobre el lavamanos y abro el grifo. Dejo caer el agua sobre mí, haciendo que esta rompa con todas mis ideas. Después de casi quince minutos, salgo de la ducha. Me miro en el espejo y quito el resto del maquillaje que no desapareció. Me pongo el pijama, creo que esta noche pasaré frío. Peino mi cabello hacia abajo y pongo la ropa en la cestita. Recojo el baño y abro el pestillo. Bajo las escaleras algunas de dos en dos, la ducha me volvió mi fuerza. Cuando llego abajo lo veo en la cocina. No puedo evitar carcajear sin fin. Se da la vuelta y frunce el ceño.
- ¿De qué te ríes? – pregunta con una ceja elevada.
- ¿Qué estás haciendo Bieber? – pregunto sin dejar de reír. Lleva un delantal de color verde. Unos cuantos espaguetis están pegados en la pared. – En serio, ¿Qué haces? – vuelvo a preguntar. Se contagia.
- Nada. – ríe. Entro en la cocina y doy un saltito subiéndome en la encimera justo al lado, donde él supongo que intenta hacer de comer.
- Qué horror. – digo observando el caldero.
- Pues eso es lo que vas a comer. - le miro y curvo mis labios asqueada.
- ¿Tú sabes hacer de comer? – pregunto intentando parecer lo más seria posible.
- En realidad no. – dice serio. Otra carcajada por mi parte. Me pongo seria esta vez yo.
- ¿Entonces qué haces?
Dirige su mirada a mis piernas y me mira de nuevo a los ojos. Me ruborizo. Vuelve su mirada al caldero y coge un espagueti. Lo eleva al cielo y abre la boca mirando al techo, lo deja caer lentamente y mastica. Me mira. Su cara se vuelve extraña.
- ¿Están asquerosos verdad?- digo carcajeando. – Que estúpido eres. – vuelvo a reír. Él escupe el espagueti en el fregadero y se quita el delantal. Lo coloca sobre la mesa y entonces, se coloca justo delante de mí. Con cada mano al lado de mis piernas.
- Entonces hazlo tú. – dice con esa voz sensual con la cual hablaba con las plásticas de la universidad.
- Creo que me saldría mucho mejor. – digo imitándole. Eleva una ceja divertida.
- ¿A, sí? – dice pasando la lengua por sus labios. Le maldigo en ese momento.
- Sí. – asiento segura. Enreda en su mano unas cuantas puntas de mi cabello y va haciendo círculos en su dedo, lo deja caer.
- Pues inténtalo.
- Lo haré. – digo desafiante. Le echo a un lado y pego un salto, bajando de la encimera.
|| Narra Justin ||

Me echa literalmente a un lado y pega un salto hacia el suelo. Camina hasta la cocina. Me quedo observando de nuevo su detallado cuerpo. Muerdo mi labio inferior y mis pensamientos se revolucionan. Mi colega se eleva a unos cuantos centímetros sobre el cielo. De hecho debe tener depresión, hace mucho que no me tiro a nadie y eso es tan malditamente extraño en mí. Estar en una casa con en ella, solos y con estos deseos no es….me mira. Me exalto. Se ríe. No es tonta, no es nada tonta. Me subo a la encimera esta vez yo, a su lado. Me volví despacio para mirarla y me quede sin aire. No podía verse tan bien. No podía ser más hermosa. El aire me comenzó a faltar y pensé que me iba a dar un ataque de calentura o algo así. Ella se mueve por la cocina, preparando los espaguetis. Yo la observo mientras. Deja el tenedor a un lado y vierte el tómate y luego, deposita atún. Le da unas pequeñas ondeadas. Y…
- Listo. – dice llevándose uno a la boca. Trago saliva. Lo saborea y me mira. – Toma. – dice dándome uno con el tenedor. – Pruébalo.
Lo cojo con el tenedor y lo llevo esta vez a mi boca, lo gusto y la miro.
- Muy rico.
Ella sonríe y los deposita en un plato para cada uno. Pone los platos sobre la mesa y me mira.
- ¿No comes? – dice enrollándolos en su tenedor.
Rayos, ¿Qué me pasa? Últimamente me quedo hipnotizado en todas partes. Me bajo y abro la nevera, saco Nestea y cojo dos vasos. Vierto un poco para ella y otro para mí. La miro.
- Gracias. – asiente y toma del vaso.
- De nada. – digo sonriendo. Ella me devuelve la sonrisa.
Terminamos de comer, con algunas risas y bromas. Al terminar recojo la losa y la pongo en el lavamanos.
- Hasta mañana estúpido, me voy a la cama. – dice estirando sus brazos mientras yo friego la losa.
- Adiós odiosa. – digo observándola. Ella frunce el ceño mirándome y luego se ríe, desapareciendo de la cocina, del salón y dejándome solo, con mis pensamientos.
El día de hoy ha sido muy raro. Por la mañana peleé con Justin como de costumbre. Yo iba a entrar a la ducha y él abrió la puerta sin pedir permiso. Pero no pasó nada, aún estaba vestida. A la hora del almuerzo, manchó mi ropa con unas pizzas que pedimos y hace un rato casi me hace caer por las escaleras intentando agarrarme de la mano para decirme unas cuantas cosas. Es un idiota. No lo aguanto.
Sin decirle nada, salí de la casa. Ya era de noche. Bajé el pequeño escalón y quité mis sandalias, en seguida me puse en contacto con la arena. Hacía mucho tiempo que no pisaba la arena y no respiraba el aire de mar. Ando a paso lento por la playa, mirando las estrellas y avanzando lentamente. Es raro. ¿Recuerdan aquella estrella de la que os hablé hace algunos días? Está aquí conmigo. Me acerco a la orilla, a veces las olas me mojan los pies. La orilla se ensancha, desaparecen las piedras y llego a una zona de arena blanca. La arena es blanca y fina y se me queda pegada a los pies. Camino más despacio, respiro hondo. Cierro y abro los ojos. Unas manos me rodean. Siento una pequeña respiración entrecortada en mi oído. Mi corazón se revoluciona por segundos.
- Hola fea. – susurra.
Cierro los ojos de nuevo. Es cuestión de fuerza. Pero fuerza me queda poca. Sigo batallando en esta lucha, mientras ahora besa el lóbulo de mi oreja. Y de repente lo odio más que nunca, por hacerme sentir eso, cambiando totalmente mi forma de pensar hacia él. Me hace odiarle infinitamente. Entonces me giro.
- Mi fea. – vuelve a susurrar.
Me observa con sus ojos dorados, aunque ya no son tan dorados. Ahora son dorados fuerte y muestran una pasión enorme en ellos. Me ruborizo un instante pensando que es por mí y enredo mis manos en su cuello. Me acerco lentamente y deposito un beso mojado en sus labios. Como esos que son tipo caramelo, que cuando alejas tus labios las comisuras van cayendo poco a poco. No llegan a caer, él atrapa mis labios en esa milésima y besa mi labio inferior, con cuidado. Siento que me pongo de puntillas y él suelta una pequeña risa sobre mis labios. Une nuestros cuerpos y comienza a acariciar mi espalda, miles de alarmitas cruzan mi medula espinal y recorren todo el resto de mi cuerpo. Entonces ya no es tan amable y me comienza a besar más rápido, y sin casi darme cuenta su lengua y la mía ya están jugando. Explorando. Sin separar su boca de la mía me rodea por completo y comienza a recostarme sobre la arena, se coloca justo sobre mí, depositando ahora pequeños besos en mi cuello.
Y entonces, otra ola azota mis piernas y una voz a lo lejos escucho.

- ¡Hey! – grita aquel chico de pelo rubio. Pestañeo varias veces y me doy cuenta de que me comienzo a volver loca. Ya está cerca. Está a menos de un paso. - ¿Dónde te habías metido?
- Dando un paseo. – digo volviendo a mirar al frente. Trago saliva y me pregunto el porqué de aquel pensamiento.
- ¿Puedo acompañarte? – me pregunta Justin a mi lado.
- Ya lo estás haciendo. – le observo y sonrío. Él me devuelve la sonrisa. Silencio.
- Creo que deberíamos intentar llevarnos bien. – volvió a su voz ronca. – Por lo menos estos dos días.
- Tienes razón. – asentí mirando a la arena.
Seguimos caminando casi sin rumbo, ya la noche calló. Está todo completamente oscuro. Ninguno cruza palabra. El sonido de una pardela me asusta y me paralizo. Justin me mira y comienza a carcajear.
- Estúpido. – digo dándole una patada en el trasero. Él eleva una ceja y abre mucho la boca, de repente se le escapa una pequeña sonrisa e intenta coger mi pierna.
- ¿Qué hiciste? – me dice acercándose, mientras sonríe pero con una expresión malvada.
- Ya, déjame. – digo caminando hacia atrás.
- ¿Qué me hiciste? – vuelve a preguntar esta vez riendo. De repente se comienza a formar una sonrisa en mis labios.
- Nada, no te hice nada. – digo negando con la cabeza mientras rio. – Además, no te quejes. Te reíste de mí. – crucé mis brazos. Él sonrió. Volvió a borrar su sonrisa.
- Corre.
- ¿Qué? – elevo una ceja.
- Que corras.
- ¿Por qué? – frunzo el ceño.
- Corre. – se acerca un poco más.
- Déjate de boberías. – medio metro.
- No. No quiero. – niego. Nuevamente la pardela, esta vez mira él hacia un lado y vuelvo a darle una suave patada. Me mira y entonces. Corro.
- ¡Vas a ver! – dice corriendo tras de mí.
No paro de reír, corro y corro por la playa. La arena me pesa. Soy buena en los deportes pero la arena se me hace pesada y me hace respirar muy rápido. Sigo riendo, le escucho detrás, cada vez más cerca.
- ¡Ya! – cojo aire. - ¡Déjame! – grito riendo mientras sigo corriendo.
- ¡Te dije que corrieras! – dice carcajeando. Ya está muy cerca.
Las olas me dan en los pies y subo un poco a la arena seca, lo esquivo, mi corazón va a mil por hora, no paro de carcajear y eso me dificulta aún más la respiración. Vuelvo a la arena mojada, sigo corriendo, pero entonces ya no puedo más. Y otra vez me rodea con sus brazos. Pero esta vez ya no es ni un sueño, ni un pensamiento. Es real.
Me rodea por la cintura, con sus fuertes manos y carcajea, su risa entra de lleno por mi oído y me regala un pequeño escalofrío.
- Suéltame. – digo sin parar de reír. – Suéltame Justin. – vuelvo a carcajear.
- De eso nada. – ríe con fuerza esta vez él. Siento su corazón a mil por hora en mi espalda.
Me zafo de su agarre y vuelvo a correr, siendo de nuevo, perseguida por él. Corro un poco, no avanzo ni siete metros cuando de repente caigo al suelo. Y no tan solo eso. Él cae sobre mí. Y no paramos de reír. Mi pelo se cubre de arena, una pequeña ola nos moja casi enteros y entonces dejo de reír. Y también se borra su risa, quedándonos los dos, con una pequeña sonrisa casi nula. Puedo apreciar la pequeña franja de sus dientes, me mira a los ojos y yo miro sus ojos. Su mano está apoyada en la arena, para no caer empezó sobre mí. Otra ola llega, pero esta es escaza y se queda a unos pocos centímetros de nosotros. Miro hacia a mi lado, observando cómo desaparece y vuelvo a mirar hacia él. Dirige su mirada esta vez a mis labios y retira un mechón de mi cabello hacia a un lado. Vuelve a mirarme a los ojos. Intento levantarme, pero me pone resistencia.
- No voy a besarte. – digo casi sin pensar. Él frunce el ceño y me mira desconcertado. – No te gustan mis besos, no voy a besarte. – vuelvo a decir sin pensar. Me maldigo.
- ¿Cómo? – dice soltando una pequeña risita.
- Que no voy a besarte. – vuelvo a repetir intentando quitarle de encima. Quita la mano de la arena, atrapándome.
- ¿Qué no me gustan tus besos? – dice elevando la comisura de sus labios. - ¿Quién te digo eso? – elevó una ceja.
- Nadie. Esta tarde cuando me besaste y luego estabas con Janelle. Besándola también. ¿Qué causalidad no?
- ¿Estás celosa? – suelta una pequeña carcajada y muerde su labio inferior. – Ella me besó a mí.
- Déjame.
- No. ¿Quieres comprobarlo?
- No. No quiero. – niego. Engañándome a mí misma. Muero por besarle. Pero besarle esta vez bien. Sin prisas, sin pausas.
- Si quieres, tu boca me lo está gritando.
Me quedo observándole. Creo que nunca he dicho esto pero…es hermoso. Totalmente hermoso. Tiene unos ojos totalmente brillantes, sus labios son carnosos y se muestran de un color rosa y suave que toda chica desearía besar. Su cuerpo está totalmente detallado y….
- Vuelves a hacerlo. – susurra.
- ¿El qué? – digo desconcertada. Él curva sus labios y sonríe.
- Eso. – dice acercándose a mi rostro. Trago saliva. Besa mi mejilla y se separa. – Te pones nerviosa.
- Tú me pones nerviosa. – digo en un tono enfadado quitándole de encima de mí.
Cae justo a mi lado. Me doy cuenta que estoy de pies a cabeza llena de arena. Mi pelo. Mi ropa. Mis manos. Todo. Cuando estoy a un paso de ponerme en pie, tira de mi mano haciendo que esté esta vez caiga yo, sobre él. También está lleno de arena. Su pelo rubio, está cubierto de granitos y alrededor de su cara también se pueden apreciar unos cuantos.
- ¿Me vas a besar ya o tengo que suplicarte que lo hagas? Porque te prometo que no me importaría.
Elevo una ceja divertida y al carajo los principios. Llevo mi mano a su mejilla, acariciando con mi pulgar sus labios, él cierra los ojos y una grietita comienza a tallarse en mi corazón. Vuelve a abrirlos y de un momento a otro siento su mano en mi espalda. Recuerdo mi pensamiento. ‘Miles de alarmitas cruzan mi medula espinal y recorren todo el resto de mi cuerpo.’ Otra vez esa vocecita gritándome que no lo haga. Aléjate. Pero en vez de alejarme me acerco y los centímetros cada vez son más corto y la distancia ya no es distancia, milímetros.
- Bésame. – susurra casi contra mis labios.
Con los ojos cerrados, rompo totalmente la distancia y junto mis labios con los suyos. Mierda, ahora es real. Otra vez lo estoy haciendo. Otra vez le estoy besando. Por tercera vez. Me besa lento, despacio, suave. Su mano recorre de nuevo mi cintura y esta vez baja hasta mi trasero. Su beso aumenta, y le respondo. Llevo mi mano a su blusa de botones y desabrocho el primero. Luego el segundo. El tercero. El cuarto. El quinto. Y no me hacen falta más botones. Logro meter mi mano por su abdomen y Justin suelta un pequeño suspiro sobre mis labios. Maldición. La cosa, aumenta. Me besa salvaje, devorando mis labios, succionándolos. Noto una presión debajo de mí. Noto su erección. Se ríe sobre mis labios de nuevo, percatándose de que me he dado cuenta. Me ruborizo. Suelto su labio y me separo lentamente. No me deja. Me atrae de nuevo a él. Con fuerza, me gira. Quedándome esta vez boca abajo. Suelto un pequeño suspiro esta vez yo sobre sus labios.
- Me encantas. – susurra.
Mi corazón se revoluciona totalmente, me besa otra vez, ya no solo se revoluciona mi corazón si no mi cerebro, mis piernas, mis manos, hasta mis labios han dejado de moverse. Reacciono. Me hace reaccionar. Acaba de levantar un poco mi blusa y me acaricia la tripa, el borde del tatuaje de nuevo. Se hace otra vez con mis labios y una ola vuelve a chocar en nosotros. Nuestras bocas se separan y carcajeamos ante eso, Justin se deja caer a un lado y nos quedamos en la orilla. Llenos de arena. Empapados en agua. Tira de mi mano, como de costumbre y vuelve a acercarme a él, nuevamente sobre él. Se acerca a mí cuello y me da un leve mordisquito. Se me escapa una carcajada.
- Estás loco. – digo riendo, depositando un pequeño beso sobre sus labios. Me alejo.
- Y tú. Eres insoportable. – dice mordiendo su labio inferior.
- Tú lo eres más.
- No es cierto.
- Sí. – se me escapa una pequeña risa. – Si lo es.
- No. – vuelve a negar. Elevo una ceja y carcajea nuevamente. Besándome esta vez suavemente. Me aparto.
- Tengo un gran problema contigo. – digo quitando la arena de su cara. Él me mira expectante.
- Yo también tengo uno contigo. – dice llevando su mano a mi espalda, volviéndome a girar. Quedándome esta vez debajo. Vuelve a besarme. Se aleja. – Y es un problema muy grande.
- ¿Qué te pasa? – pregunto.
- Creo que tengo una obsesión un tanto descontrolada hacia ti. – dice lamiendo sus labios. Me ruborizo por un instante. Me acerco esta vez yo y tiro de su labio despacio, lo suelto. Abrimos los ojos a la vez. Curva sus labios con una expresión graciosa y sonrío.
- Yo es que te odio. – me pongo seria. – No hay más. Me caes fatal, no te aguanto.
- Comparto lo mismo. – dice serio observándome.
|| Narrador ||
Quedan observándose unos diez segundos, no más Y luego, saltan en carcajadas. Una ola vuelve a empaparles por completo. Sus ropas están totalmente mojadas, sus cabellos por igual, casi cubiertos de arena y con las palpitaciones a mil por hora. Giran y giran sobre la arena riendo sin pausa, robándose besos, caricias y sin darse cuenta, robándose el corazón los unos a los otros. ¿Por qué hacen eso? ¿Por qué niegan lo que sienten? Entonces ___ para de reír y lo mira curiosa. Justin moja sus labios y se acerca lentamente a ella, cerrando los ojos. Entonces, el mundo desapareció para ambos. Él beso vuelve a cobrar velocidad, la mano de Justin sube por el estómago de ___, cubierto de arena. Presionan sus labios, otra vez sus lenguas cobran vida. Y entonces, vuelan de ida y vuelta a marte en menos de 5 segundos. Cinco segundos. Pero tocan el cielo.

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