Grecia.

16:56



De repente siento la obligaciĆ³n de volver a creer en las personas. Has llegado por sorpresa, sin avisar. Eres como la sonrisa que se me escapa cuando me acuerdo de un chiste que me contaron ayer. Y no sĆ© muy bien por quĆ©, pero sĆ© que puedo contarte cuĆ”nto frĆ­o he pasado todos estos inviernos. De repente son ganas. Y tambiĆ©n ganas de hacer cafĆ©, solo por lo bien que huele, aunque despuĆ©s nos beberemos un Cola Cao. Porque a ti no te gusta el cafĆ©. 

Cierro los ojos, y me imagino que nos subimos a ese autobĆŗs de camino hacia tu barrio; nos sentamos muy juntos, apoyo mi cabeza en tu hombro, pones tu mano sobre la mĆ­a y de repente encuentro mi sitio en el mundo. Por las ventanas las luces de la ciudad se mueven y parece que festejan nuestro encuentro nocturno. Y al bajarnos en una parada solitaria siento que estoy en el punto mĆ”s remoto contigo y que ojalĆ” fuera siempre asĆ­ el final de cada dĆ­a. Eso imagino. 

Creo que me he ganado el derecho a ser alguien atemporal en tu vida. Con el desastre que soy a veces y lo fĆ”cil que encuentras todo en mĆ­. Ahora entiendo que la vida no es tan difĆ­cil si intentas entenderla con la persona adecuada. Todo me sabe a no saber quĆ© hacer con mi vida, y de repente estĆ”s queriendo tomar un camino lleno de paĆ­ses bonitos para contemplarlos mientras le agarras de la mano. 

Suena, no sƩ, a juntos.


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