Poca gente sabe que una mujer fría también quema.

11:31




Eran las tres y media de la mañana y ella estaba en una discoteca, -las cuales odiaba- buscando a su mejor amiga. La rubia se había esfumado entre el bullicio llegando a desaparecer. Y allí estaba ella, con sus pantalones vaqueros entre faldas y olor a cuero, buscándola, mientras en su mano derecha se balanceaba una copa de zumo de mango y azúcar, aunque eso era ya otro puto rollo.

-Eh tú, mira por dónde vas. -escupió con asco una rubia bajita con aires de grandeza.


Kate asintió y aceleró el paso entre la gente y las luces, que revotaban por todas partes. La música estaba a toda hostia, y su amiga no aparecía por ninguna parte. Entre suspiro y suspiro le pareció haberla visto a lo lejos, pero cuando estuvo a menos de un metro, la rubia se giró, para, por si aún no tenía claro que iba a ser una larga noche, demostrarle que se había equivocado de chica. Le dio un trago a su copa y se mojó los labios recogiendo las pequeñas gotitas que se le habían quedado en el camino. Dándose por vencida, se acercó a la barra.


-Un Gin-tonic, bien cargado. -musitó una voz masculina a su lado.


Se me olvidaba, ¿cómo era ella?


Morena, ojos oscuros, pelo muy largo recogido en una coleta, pecho apetecible y un culazo marcado por unos vaqueros bien ajustados. Tenía unos labios carnosos y una cara entre dulce y agresiva, la mezcla perfecta para un tío como él. Lástima que se había equivocado de tía. El olor a tabaco aumentó salvajemente y no pudo evitar toser. Curiosamente el tío de al lado soltó una carcajada cuando ella se llevó la copa a sus labios. Kate le miró.


-¿Tienes algún problema? -escupió alzando una ceja.

-¿Qué hace una tía como tú en un sitio como éste? -preguntó escondiendo una carcajada.
-¿Perdona? -dejó caer la copa hasta la barra. ¿Quién se creía aquel gilipollas?
-¿Tienes algún tipo de problema auditivo? -volvió a jugar con una media sonrisa.

Kate suspiró, y se movió por la barra, alejándose de él. No aguantaba a ese tipo de tíos. Movió ligeramente la cabeza y se cruzó con su mirada y aquella sonrisa a medias que a decir verdad, le quedaba bastante bien.


-¿Quieres algo? -preguntó un camarero.

-Sí, déjame otro zumo de mango con azúcar, por favor.

El chico de ojos azules asintió sonriente, y le preparó su peculiar zumo de mango.


-Aquel tío de allí no deja de mirarte, ¿es tu novio?


A pesar de la discreción del rubio, no le importó demasiado. Quizás estaba pendiente de otras cosas, que sin querer darle importancia, le estaba dando más de la cuenta.


-¡No! ¡Para nada! -dijo alzando la voz. -Es un simple capullo en búsqueda de alguna zorra con falda. Es una lástima que no se habrá dado cuenta de que yo vengo en vaqueros.

-Pues es una pena. -carcajeó el rubio. -Porque te sientan genial. -murmuró.

A Kate se le escapó una sonrisa, había logrado sonrojarla.



-Y tú para estar detrás de ahí, estás demasiado atento. 
-Siempre hay que estarlo. -le respondió. -Me llamo Rob.
-Quizás tengas razón. -asintió. -Yo Kate.

Se llevó la caña a los labios y miró a su alrededor. ¿Dónde cojones se había metido Samantha?

-Oye nena, ¿tienes mechero? -preguntó de nuevo aquella voz incomoda.
-Oye Rob, ¿tú escuchas algo? -respondió Kate con indiferencia preguntándole al camarero.

El rubio se elevó de hombros. Bueno, tampoco es que esperara una respuesta inmediata o tan indiferente como la que ella había hecho, pero la había dejado hablando sola. Aunque en realidad... era normal, tampoco podía jugar así con su puesto de trabajo, y menos como un tío como aquel.

-Creo que tu amigo te ha dejado hablando sola. -carcajeó el castaño.
-¿Me quieres dejar en paz?
-Uf, pues no lo sé, tendría que pensarlo. Me lo estoy pasando bien. 
-¿Me estás vacilando? -Kate le miró a los ojos por primera vez. Mierda. Ojos color dorado. Sus preferidos.
-Aún no, aunque se me da genial. -carcajeó.

Luego se llevó un cigarrillo a los labios, le quitó un mechero al chico que estaba al lado, y dejó escapar entre estos una nube de humo, como si el veneno fuera arte. Kate se llevó la mano a la boca. Odiaba el puto cigarro. Tosió un par de veces y le dio un trago a su copa. Discutir con aquel tío no le iba a traer nada bueno, así que sacó su móvil y le envió un mensaje a su amiga.

"Tía, llevo más de una hora buscándote, no aguanto más aquí, me voy a casa. Escríbeme algo desde que leas esto, aunque seguramente que estás con Dyland y no me harás ni puto caso."

Le dio un billete de diez a Rob, y con una mirada asesina para el castaño salió del local. Miró a todas partes, ni un puto taxi, ni un puto bus, ni un puto coche. Lo que era bastante lógico, pues estaban a tomar por culo de la ciudad. Anduvo casi una hora sola, de noche y con un dolor de pies que no se lo deseaba a nadie. Hasta que unas luces intermitentes la deslumbraban desde atrás. Se giró alarmada por la velocidad del coche y se aseguró de estar lo suficientemente lejos de la carretera. El coche descendió la velocidad en cuanto la tuvo a pocos metros, hasta que se quedó a su lado. Tragó saliva.

-Venga, sube.

Y rápidamente se tranquilizo, -sin saber por qué- pues aunque era la puta voz de aquel gilipollas, se esperaba algo muchísimo peor. Siguió caminando. Y él, la siguió con el coche, justo al lado.

-A ver nena, si no vas a subirte me marcho, aunque no te lo aconsejo, son las... -le echó un vistazo al enorme reloj que llevaba en la mano- cinco de la mañana, es de noche, estás yendo por un sitio frecuentado por hijos de puta y estás buena. No creo que te convenga mucho.
-Ya, ¿y no será que tú eres uno de esos hijos de puta?
-Bueno, quién sabe. Pero yo todavía no me he bajado del coche y te he metido mano.

Kate resopló y observó aquel lugar. La verdad que daba un miedo de tres pares de cojones. Sin pensar se lanzó al asiento copiloto.

-¿A dónde vas?
-Déjame al final de esta calle.
-¿A dónde vas? -repitió. Kate frunció el ceño.
-A mi casa.
-¿No me jodas? -soltó una carcajada el castaño. Ella le miró. -Yo pensaba que ahora te ibas a ir a otra discoteca. Se notó que te encantan. -dijo entre risas.
-No me haces ni puta gracia.
-Tampoco lo intento. -la miró. Ella desvió la mirada. Y él sonrió observándola sin que se diera cuenta.

Una hora y media más tarde de trayecto él rompió el silencio.

-¿Dónde queda tu casa?
-La próxima rotonda, a la izquierda, todo recto hasta el final.

Y cuando llegaron ella se bajó del coche, sin ni siquiera darle las gracias y caminó hasta su casa. Cuando llegó, cerró con un portazo y subió las escaleras. Bendita noche, -pensó-. Se encerró en el cuarto de baño y después de desnudarse, dejó caer el agua para darse una ducha. Cuando terminó, se puso unas braguitas y una de esas blusas anchas, blancas, y largas que tanto le encantaban para andar por casa. Estaba preparándose un café cuando tocaron en su puerta. Frunció el ceño, aunque pensó inmediatamente en su amiga Samantha. Dejó la taza sobre el mármol y abrió. Y... No, no se parecía a Sam.

De hecho, Sam tampoco hacía esas cosas. Era el castaño de ojos dorados que tan mal le caía. O eso pensaba ella. Pero besaba bien. Anda que si besaba bien. Pero...
Le empujó.

-¿¡Qué cojones haces!?
-No podía irme a dormir sin robarte un beso.
-Pero... -le miró. Tragó saliva y cogió aire, joder, besaba bien. Él cerró la puerta con el pie.
-No, vete.
-No quieres. -la dijo acercándose.
-No sé ni cómo te llamas, no sé cómo puedes venir hasta mi casa y besarme así porque así.
-Es lo mínimo que puedes hacer, te he traído hasta tu casa y te he tenido que aguantar durante unas horas.
-No me jodas. -rió ésta vez ella.
-Me llamo Drew.
-Pues vete de mi casa. -murmuró. Él se quedó en silencio y le echó un vistazo a la casa. Sin moverse. Luego la miró a ella de arriba a bajo y le sonrió.
-No quieres que me vaya. Te conozco tan sólo de tres horas y ya sé que me habrías echado a empujones o habrías llamado a la policía.

Y quizás tenía razón.
Quizás no quería se fuera.
Sólo quizás.
Y sólo quizás también, él tenía demasiadas ganas de ella.
Él se acercó y tiró de su brazo, con una mano le agarró la carita mientras acercaba sus labios a ella. Deslizando el dedo índice por el contorno de su cara. Y bueno...
Empezaron a besarse, los besos eran tiernos, sus labios se mordisqueaban los unos a los otros mientras sus lenguas parecían nerviosas cada vez que se encontraban. Pero la cosa fue a más. Lo que empezó con besos tiernos al final se estaba convirtiendo en mordiscos, lametazos en el cuello y mucho calor.

-¿Cómo puedes saber tan bien? -susurró Drew.

No le respondió, sólo se mordió y humedeció el labio mientras él se volvía a lanzar a su cuello. Drew tenía unos labios carnosos y suaves, por lo que ella aprovechó y clavó sus dientes en el interior de su labio inferior, quedando éste en el interior de su boca, se dedicó a saborearlo con su lengua sin parar. Se lo soltó y se quedó con la boca abierta, respirando por ella, jadeando mientras se miraban por un instante. Segundos que parecieron eternos, uno de esos momentos que compartes con alguien y en los que parece que le lees el pensamiento. En los que parece que te das cuenta que se pregunta: "¿Qué cojones estoy haciendo y por qué me gusta tanto?".



Poca gente sabe que una mujer fría también quema.



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