• Desafío al corazón. Capítulo {77}

10:49

Observa su teléfono. Es la última vez que lo hará. Le tiembla la mano. Jamás un simple teléfono le ha resultado tan amenazador como en este momento. Marca el número. Está perdida. Sus dedos se han convertido en hielo, pero aun así completa la frágil serie numérica que va a acabar con ella. Está segura que su aliento saldría en forma de vaho a pesar del calor que hace afuera. Así de congelada tiene el miedo aferrado a las paredes de su cuerpo. Un tono. Dos. Ya no hay vuelta atrás. Tenía que ocurrir. Tres. Un ligero golpe sordo. Su esperanza de que la llamada quedara en el olvido.
- ¿Sí?
Le toca hablar. Vamos. Ahora. Contesta.
- No me has llamado... -. Silencio. Voz firme, mantén la voz firme.- Dijiste que lo harías.
- Bueno... -. Le llega su voz. – Tú tampoco lo has hecho.
- Justin, te he llamado mil veces.
- Eso es mentira. Llevo tres putos meses esperando una llamada tuya.
- Eso explícaselo a tu novia. Yo no tengo la culpa de que ella me cancelara todas las llamadas.
- No es mi novia.
¿Qué hacemos cuando todo parece perdido?, ¿Qué hacemos con el amor que se nos muere? ¿Qué hacemos con el miedo que nos separa?, ¿Qué hacemos con el corazón? Habría silencio si no se escuchara el pesado sonido de sus respiraciones. Pero ese sonido se vio interrumpido por el hablar de Michelle. “Bieber vámonos ya, se nos hace tarde”. Y un ligero beso en su mejilla bastó para que ____ sacara sus propias conclusiones.
-Pues pásatelo bien con ella.
-Y tú con él. – silencio por la parte de ___. Ahora entiende que el que antes llamó fue Justin.
-¿No dices nada? ¿Encima te quedas callada? ¿Te crees que soy gilipollas o qué?
-Vete a la mierda Justin. Adiós.
Adiós. Es su última palabra antes de que apretara el botón rojo. Rojo peligro. “Vete a la mierda Justin. Adiós.” Un adiós que les dolió en lo más profundo del alma. Justin suspira dejando caer el maldito teléfono al sillón. Y luego se deja caer con él. Echa su gorra hacia atrás y presiona sus ojos con fuerza. Todo esto está saliendo mal, muy mal.
-¡Justin! ¡Que nos vamos!
-¡Ya voy joder! – grita esta vez el poniéndose en pie.
-Relájate. – Michelle eleva su fina ceja y él suspira cansado.
Cierra la puerta y camina hasta su coche que está aparcado justo enfrente. Ni siquiera le abre la puerta a su prima, directamente se sienta y gira la llave. Ni siquiera le ayuda a meter su equipaje en el maletero. Michelle cierra con fuerza la puerta y él mira al frente con la mirada perdida. Y acelera. Rápido. Con fuerza. Como antes. Perdiéndose por las calles. Con velocidad.
…………………………………………………….
Mañanas que se envuelven con un tono gris, un sol que parece no salir, y ojos de personas desconocidas que no esconden nada conocido. Voces en sus oídos que cantan canciones tristes, pero que a ella le encantan porque parece que la entendieran. Otra mañana más, ella se despertaba por culpa de su despertador. La noche se hacía corta, y la rutina se volvía insoportable. Desayunó con su gata, que la miraba con una expresión adorable. Quien sabe que se le pasaba por la cabeza, pero siempre estaba a su lado haciéndole compañía. Un dulce desayuno con chocolate para untar, y una rebanada de pan. Un zumo de naranja recién exprimido. Otro desayuno sola, ya era costumbre. Sus padres salían temprano a trabajar y ella en busca de un trabajo. Se duchó, se vistió y salió al frío de la calle. Todos los días a la misma hora salía de su casa, algunas caras de personas le eran familiares y con un movimiento de cabeza las saludaba. Línea 3. Otra vez la gente se amontonaba por los pasillos del metro, otra vez tenía que entrar con empujones al vagón aún somnolienta. Las personas se apretaban, y con cada toque no deseado pedían disculpas. Parada. Algo mareado abandona el vagón y enciende su reproductor de música. Se pierde en su mundo de historias, de canciones, de versos, y de ritmos pegadizos. Casi sin planearlo y apenas pensarlo, suena una canción, una canción triste, una canción que la identifica. Y en ese momento su corazón hace un latido con más fuerza. Siente en ese momento que una lágrima se quiere dar lugar por uno de sus ojos y se muerde el labio inferior reteniendo. Las personas la miran, porque en ese momento va por un semáforo que quiere cambiar a rojo, pero ella corre, con la excusa de querer cruzar antes de que cambie de color, pero en verdad, quiere descargar todo lo que lleva dentro. Una lágrima consigue salir, un suspiro profundo. El viento sopla con fuerza, y la despeina, sus ojos quedan escondidos bajo los pelos locos que le esconden el rostro. Siente por un momento a escuchar esas palabras, de esa canción que cada vez que la escucha es como si le hablara a ella, por su letra, por su verdad… por su historia, que es como de la vida real, y con más exactitud como la vida de ella, que lleva un amor a distancia que murió. Porque… ¿murió? ¿Acaso alguien piensa que ella estará con otra persona? Sus ojos azules ahora sí son un mar, ahora sí que le daría la razón.
Por otra parte, Justin se encuentra rellenando los papeles. Había tomado una de las decisiones mas importantes que llevaba pensando a lo largo de estos tres meses.
-Muchas gracias. – dice abandonando el salón.
-No es muy grande, pero está bien. – dice el señor. – Además, este vecindario es muy tranquilo.
-Sí, ya vemos. – carcajea Michelle de una forma descarada. – ¿No hay tiendas ni nada por aquí? – Justin carraspeó.
-No señorita, tendría que coger el metro para ir a la zona comercial.
-Vaya…- Justin la cortó.
-Muy bien, me la quedo. – zanjó con decisión.
Y después está ella. No sabe dónde buscar trabajo para poder ayudar a su madre y seguir con su carrera de fotografía. Lleva así dos semanas. Lleva siete tiendas. Ninguna necesita empleados, o eso es lo que dicen. Decide marcharse ya a casa. Son las doce y media del mediodía y ya comienza a tener hueco en su tripa. Al llegar a casa, su madre está preparando unos ricos espaguetis. Después de comer y hablar durante casi una hora con su madre sobre todo, sube las escaleras rápida y llega a su habitación. El ruido de las teclas del ordenador retumba contra las paredes. Entra en anuncios de trabajo. Todos o están muy lejos o no les convence. Esto es muy difícil. Cansada suspira y lo apaga. Se tumba hacia atrás, cerrando los ojos con fuerza. Silencio.
Una voz chillona hace que abra los ojos rápido. Se levanta y va a la ventana. Una chica morena habla con alguien de adentro en voz alta. La persona que está adentro le dice algo, pero no logra escuchar su voz. La morena sale de casa disparada, sola, enfadada. Caray. Parece que tenemos vecinos nuevos.
10 días más tarde.
Justin había comprado algunos muebles y la cosa estaba saliendo bien. Salía todas las mañanas y volvía en la noche. Pattie se había mudado a Atlanta y los abuelos se habían quedado en Canadá en la antigua casa. Así era mejor pues Jeremy trabajaba en aquí y tendría su familia cerca. Los niños estaban encantados, habían conseguido dos amiguitos del vecindario de dos casas que había justo atrás. Justin salía casi todas las mañanas en busca de un trabajo aunque no le hacía falta, pero decía que “no me voy a quedar aquí echado siempre”. Los padres de Michelle se fueron de viaje y Pattie le permitió quedarse en Atlanta, ya que ella siempre había querido ir allí. Justin no estaba del todo de acuerdo en aquello pues veía como su prima tenía una gran atracción por él. Se lo había dejado claro aquel día cuando le robó beso. Y eso no le gustaba. No se habían visto, ___ salía un poco más tarde que él todos los días y cuando regresaba él estaba aún buscando trabajo. Había visto a la morena un par de veces desde su ventana y a pesar de que su madre le había dicho de darles la bienvenida a los nuevos vecinos ella no fue. Sólo fue su madre con Rick. La madre de ___ le dijo que eran unas personas bastante simpáticas y había echo buena amistad con la señora. También le dijo que tenían dos hijos pequeños y un hijo ya mayor. Eso le trajo recuerdos. Pero ella estaba intentando echarle cemento encima.
-¡¡___!! – gritó su madre desde la cocina.
-¿Qué pasa? – se exaltó y corrió escaleras abajo.
-¡Te tengo una noticia increíble! – dijo su madre con una sonrisa enorme.
-¡Qué! ¡Dime! – dijo ella esta vez sonriendo.
-¡Te encontré trabajo!
-¡QUE DICES! ¿¡DÓNDE!?
-¡Los vecinos! ¡La señora Pattie me ha dicho que necesita una niñera! Ha encontrado un trabajo y no sabe donde dejar a los niños. Son sólo dos, bueno tres, pero el otro es grandecito. Lo que pasa que él también está buscando trabajo. – carcajeó. - ¡¿No es una gran noticia?! Además, a ti te encantan los niños.
-¿En serio? – exclamó con fuerza. ¡Es genial! ¡Además es aquí al lado! ¡¿Y cuando empiezo?!
-Mañana mismo. Son cinco horas.
-¡Joder!
-___...
-Sí, sí, lo siento. ¡Hay que bien! ¡Mi primer trabajo!
-Si hija. – carcajeó. – Estoy muy orgullosa de ti.
………………………..
-¡Justin! ¡Baja!
-¡Voy! – gritó desde el piso de arriba. Dejó el portátil a un lado y bajó rápido las escaleras. - ¿Qué pasa? – le robó una galleta. Pattie elevó una ceja y este sonrió.
-He contratado a una chica, va a cuidar de los niños mientras yo estoy en el trabajo. No sé si tu estarás aquí cuando ella venga, supongo que no, pero si ella viene, por favor dile que tenga mucho cuidado con Jaxon ya sabes el problema que tiene tu hermano al andar.
-¿Una niñera?
-Así es.
-Ah bien. Vale, yo le digo. – sale de la cocina no sin robar antes otra galleta más.
-Oye. – retrocede. - ¿Y cómo se llama?
-Hmm…- Pattie parece pensativa. – No lo recuerdo. Lo único que sé es que vive justo al lado.
-¡Ah! ¿Es la vecina?
-Sí.
-Vaya. Pues es algo rara. No vino la otra vez a darnos la bienvenida. – carcajeó.
-No juzgues. – le reprocho Pattie. – Seguro que es una buena niña.
-Bueno. – se elevó de hombros. – Ya veremos entonces.

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