• Desafío al corazón. Capítulo {71}

16:35

El taxista para casi en seco y un chirrido de ruedas me da la bienvenida. Frunzo los ojos, este señor necesita un buen polvo. Me bajo del coche, él hace puntapié para ayudarme a sacar las maletas pero yo soy más rápido y las saco antes. Le doy su dinero y un “gracias”, amable me despide. Me he bajado a veinte minutos de mi casa. Me apetece dar una vuelta por aquí antes de regresar a casa. No estoy preparado, estoy muy nervioso y no sabré como reaccionar. Quizás los pequeños no me reconozcan y eso sería un gran palo. Aunque estoy seguro de que Jaxon no sabrá quién soy, espero que Jazzy me recuerde al menos un poco.
Llevo a rastras la maleta. A esta hora las calles suelen estar vacías. Giro hacia la derecha y caen pequeñas hojas de arce al suelo, algunas son pisadas por mí, regalándome un pequeño crujido por su parte. Veo dos chicos a lo lejos de la mano. Ella lleva un gorro de lana y él la abraza por la cintura mientras se dicen cosas al oído. Te echo de menos gatita.
Me acerco al río y me siento en el pequeño banco donde siempre solía sentarme de pequeño con los amigos. Ryan y Chaz, ellos eran mis amigos. También estaban Nolan. ¿Qué será de Nolan? Hace tres años que no lo veo. Se fueron de viaje dos días antes de yo irme a Atlanta y no volví a hablar con él. Mi pantalón vibra de repente y me llevó la mano hasta el bolsillo, saco el móvil y lo desbloqueo.
■ “¿Qué tal el viaje mi amor? ¿Ya llegaste a casa? Te llamé casi seis veces, pero soy tonta, no recordaba eso de que en los aviones no se puede tener el móvil encendido. En cuando leas esto, llámame, por favor. Te amo.”
Yo también te amo. Con una estúpida sonrisa, cierro el mensaje y marco rápidamente su número. Espero al primer tono, al segundo, al tercero, al cuarto…nada. Cuelgo. Quizás no lleve el móvil encima. Quizás esté durmiendo. Quizás no lo haya escuchado. Quizás…quizás me esté volviendo loco. Decido enviarle un mensaje.
■ “Gatita, ya llegué. Hace un frío increíble aquí, aunque parezca raro, lo extrañaba. El vuelo ha ido genial, al principio unas cuantas turbulencias pero ya luego se estabilizó. Ahora estoy yendo hacia a casa, luego volveré a llamarte. Yo también te amo y no sabes cuánto te extraño.”
Me llevo el móvil al bolsillo y me levanto del banco. Con la maleta a rastras, camino hasta casa. Han cambiado algunas cosas del vecindario. Cruzo la última calle y ya estoy a tres pasos de casa. Veo el viejo Land Rover aparcado en la puerta. Sonrío. De repente, me doy cuenta de que la puerta de casa está entreabierta y una pequeña niña corre hacia una pelota rosada. Se me inundan los ojos, pero me muerdo el labio inferior, no quiero llorar. Camino un poco más, la pequeña coge la pelota y entra en casa. Llegó la hora. Me acerco, respiro hondo. Después de un “Vamos Justin” y toco dos veces a la puerta. Siento los pasos y un “¡Jazzy no dejes que tu hermano se meta eso en la boca!” Extrañaba su voz. Luego, sonrío, mamá siempre tan protectora. “¡Ya voy!” y entonces… sucede.
-¡¡SORPRESA!!
Me observa. Se ha quedado en pausa. Sus ojos se están llenando de agua. Mamá vas a estallar. Se me escapa una carcajada, no sé si de nervios o lo que pasa es que me he dado cuenta de que el que estalló he sido yo, ante el abrazo que me está dando. Vaya mamá, te extrañé.
-¿¡¡Justin!!? – No sé si es una pregunta o si es un saludo.
-Hola mamá. – digo riendo mientras los niños corren hacia la entrada.
Me besa las mejillas mil veces y yo la beso a ella, sus ojos azules están totalmente lluviosos y unas gotas van cayendo poco a poco, hasta que se convierte en una tormenta.
-¡Niños, niños, regresó Justin!
-¿Manito? ¡Manito! – balbuceó la pequeña desde el salón y sentí que moría. - ¡Corre Jaxo, llegó manito! ¡Jaxo deja al perro, vamos!
Se me escapó una lágrima de felicidad que rápidamente borré con mi puño. Solté la maleta y corrí hasta el salón mientras mamá cerraba la puerta y me seguía.
-¡Princesa!
La cogí casi en el aire y la abracé con todas mis fuerzas. No podéis imaginar cuanto les echaba de menos. Dejé a Jazzy en el suelo.
-¡Campeón! – le dije a Jaxon que sonreía de lado. Él me observaba con curiosidad. - ¡Cómo habéis crecido! – lo cogí también en brazos, soltándolo varias veces al aire mientras que esta vez carcajeaba.
-¡Yo también quiero Justy!
-Claro que si princesa.
La cogí en brazos nuevamente y repetí la misma acción que había utilizado con Jaxon anteriormente. Después de unas vueltas, la dejé en el suelo y me giré hacia mamá para volver a abrazarla con fuerza.
-Cuando te extrañé hijo.
-Y yo, no sabes cuánto.
Después de un pequeño silencio en el que sólo se podían escuchar nuestras respiraciones, ella comenzó a reír.
-¿Qué pasa? – reí esta vez yo.
-Estás muy cambiado. – carcajeó nuevamente quitándose las lágrimas. – Y muy guapo.
-¿Sí verdad? – carcajeé volteando.
-Pero sigues teniendo el mismo ego. – me golpeó suavemente riendo.
-Lo siento, no pude cambiar tantas cosas. – reí esta vez yo. – Tú también estás muy guapa. ¿Qué te has hecho en el pelo?
-¡Increíble!
-¿El qué? – reí.
-¡Nadie se había dado cuenta!
-Son todos unos imbéciles.
Carcajeé de nuevo para abrazarla y besarla en la frente. ¡Le había ganado en altura! Ella fue a la cocina a preparar algo para comer, la verdad que estaba muerto de hambre. Aproveché para jugar con mis hermanos. Después de una hora, nos llamó. Senté a Jaxon en una mesita que tenía para comer. Ya Jazzy comía en la mesa como una niña grande. Era increíble, nos parecíamos muchísimo. Mamá preparó espaguetis, una de mis comidas favoritas. Estaban tan buenos, que hasta repetí. Después, la ayudé un poco en la cocina y en lo que ella dormía a los niños, yo subí a mi habitación. Abrí el pomo de la puerta y suspiré. Paredes moradas y un lateral blanco. Allí era donde tenía mis guitarras y un pequeño piano del abuelo. Hace tanto tiempo que no toco. Cerré la puerta y dejé la maleta sobre la cama, luego abrí la ventana y observé la casa que estaba justo al frente. Allí vivía una chica, Lucy. Cuando éramos pequeños, siempre jugábamos a ser novios. La última vez que la vi, ella tenía doce años y yo trece. Parece que se mudaron, allí está todo oscuro. Una brisa de aire me dio de lleno en el rostro y simultáneamente sonreí sin por qué. Me alejé de la ventana y pasé las cortinas. Abrí el armario y comencé a sacar las cosas de la maleta. Entre mis cosas, encontré un pequeño pañuelo azul turquesa bastante doblado. Me senté en la cama.
-Esto es de ___. Pero... yo no lo metí en mi maleta. – susurré.

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