• Desafío al corazón. Capítulo {56}

13:36

El sol se coló por la ventana. No habían cerrado las cortinas. Un rayo de sol calló de lleno en la cara de él, haciéndole despertar. Enrollado en la sabana observó a su lado. Sonrió como estúpido. Con el cabello alborotado y unos suaves labios rosados se encontraba ella. Respiraba débil, a pesar de que estaba totalmente cubierta por la sabana pudo observar como su pecho a penas se movía. Joder, estaba perdidamente enamorado. Con la yema de sus dedos retiró un pequeño cabello de ___ y lo colocó detrás de su oreja. Ella se movió, pero no abrió los ojos. Otra vez se quedó enganchado en sus labios. Bajó su mano hasta la textura de estos y los dibujó. ___ volvió a moverse y lentamente abrió los ojos. Su primera impresión fue fruncir el ceño. La segunda, cerrar los ojos fuertemente. Y la tercera…
-Prométeme que no vas a consentir que beba nunca más. – dijo apretándose su cabeza con los dedos. Justin rió levemente. Abrió los ojos de nuevo y lo miró.
-Buenos días. – susurró acercándose a él, esta vez siendo ella quien apartaba hacia atrás el cabello de Justin. Dejó caer su peso sobre su codo, estando unos milímetros más arriba que Justin.
-Buenos días princesa.
Ella sonrió y le dio un fugaz beso en los labios. Luego se dejó caer en el pecho de Justin.
-Tu corazón va rápido. – susurró.
-Sí. – rió él.
-¿Por qué?
-Tú. Lo aceleras de 10 a 1.000 en apenas 1 segundo. – Ella levantó su cabeza y le sonrió robándole un beso mojado. Se apartó levemente e hicieron algo que les salió a la vez del corazón. Rozaron sus narices con leves movimientos, con los ojos cerrados mientras sus corazones ganaban la carrera de velocidades. Ella se apartó levemente y volvió a acostarse sobre su pecho, tirando de la sábana blanca que la cubría.
-¿Hoy me explicarás el por qué de tu tatuaje? Anoche me dijiste que te lo recordara. – dijo él con picardía. ___ soltó una leve risita que canceló al segundo con aquel profundo dolor de cabeza.
-No recuerdo mucho que pasó anoche. - Justin tragó amargamente. ___ volvió a mirarle seria. Y luego estalló en una carcajada.
-¿Qué pasa?
-Si hubieras visto tu cara…- carcajeó. – Claro que me acuerdo tonto. – se mordió el labio inferior. Justin sonrió maliciosamente.
-¿Quieres que te explique el por qué este tatuaje?
-Sí.
-Verás…- tragó saliva. – Hubo un momento en mi vida en el que deseaba volar y apartarme de todo lo que me estaba sucediendo. Quería volar lejos y encontrar un lugar donde ser feliz, al menos un día. – se elevó de hombros. – No lo sé, ser feliz. Papá tenía un amigo tatuador y un día fui y a escondidas y él me lo hizo. Y mi idea fue plasmar eso en mí. Dos alas. ¿Quizás con un poquito de magia podían cobrar vida y por fin podía echar a volar a ese lugar no? – soltó una sonrisa algo triste. - Nadie sabe nada. Bueno…-le miró y soltó una leve sonrisa. – Tú.
|| Narra Justin ||
Estaba hablando, y yo, estaba totalmente hipnotizado con su belleza. Ella lo sabía, y se veía que le hacía gracia.
-Justin…-susurró.
-Sí. – asentí. – Entonces, no me equivocaba.
-Supongo. – se elevó de hombros.
-Sí las personas poseyeran polvos mágicos… ¿Me invitarías a volar contigo? – susurré esta vez yo acercándome a sus labios. Ella me miró soñadora, como una niña pequeña, llena de ilusión.
-Claro que si gatito, volaríamos por todas las tierras lejanas, visitaríamos las playas, los desiertos…Canadá. – Justin sonrió al instante. - Y nos sacaríamos fotos en cada uno de esos lugares.
-¿Canadá? – sonreí ampliamente. Ella asintió curvando sus labios.
-Claro.
-¿Y esos polvos donde pueden comprarse? – pregunté con una dulce sonrisa.
-No lo sé. Yo aún sigo esperando por ellos. – dijo con una pizca de desilusión.
-Te prometo que voy a encontrarlos princesa. Te lo prometo.
-Eres muy tierno cuando quieres. – sonrió ella recostándose de nuevo sobre mi pecho.
-Tú también puedes ser muy caliente cuando quieres.
___ elevó la cabeza y me miró. Yo no había dejado de ser el mismo del primer día de alguna forma y a ella eso le gustaba. Lo notaba. La miré aguantando la risa y ella elevó una ceja.
-Imbécil.
-Gatita, insultándome no ganas nada. Sólo ponerme más cachondo. ¿Te acuerdas aquel día en tu habitación cuando me insultaste mil y una veces? Me pusiste a mil.
-Pues baja la velocidad, no sea que vayas a estamparte.
-Bájamela tú. Bueno…- curvé mis labios observando el techo. Ella me miraba expectante. – No, en todo caso lo que lograrías sería subírmela.
___ captó enseguida el doble sentido. Me fundió una leve cachetada sin dolor, pero rápidamente deshice su mano y me acerqué a sus labios arrebatándole un largo beso algo más movidito. ___ rió sobre mis labios y mi corazón aumentó de velocidad. Metí la mano por dentro de la sabana sin que ella se percatara y rocé su espalda. Sentí como una alarma se prendía en ella y riendo sobre mi boca, sin separarse ni un centímetro, arrebató mi mano de su espalda. Lentamente, se separó, pasó las yemas de sus dedos por mis labios y me miró a los ojos.
-No te acostumbres. Yo no seré como las otras que tenías disponibles las 24h.
-Lo sé. – asentí. Simplemente porque tú no eres ni otra, ni como las otras.
Un resplandor salió de sus ojos y no me contuve las ganas de besarla. Después de unos besos ella se dejo caer a mi lado y se enrolló en la sabana. Yo la observaba curioso con una pequeña sonrisa.
-¿Qué haces? – reí.
-Nada. – dijo ella riendo esta vez poniéndose de pie.
-¿A dónde vas? – carcajeé.
-Arriba. – se elevó de hombros. – Necesito una ducha. – dijo curvando sus labios dejando una expresión graciosa en su rostro. Yo estallé en una carcajada.
-Ahora vuelvo.
-¿Quieres que te ayude? – ella me miró con una ceja elevada.
No me contestó. Lo dejó en el aire. Se giró y subió las escaleras, llegando al baño, para luego, tirarme la sabana en la cabeza. Lo último que escuché fue la presión del agua, cayendo sobre su cuerpo.

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