• Desafío al corazón. Capítulo {49}

13:03

-No, no me da miedo.
-Siempre intentas negarlo todo.
Justin suelta una carcajada y la coge en brazos. ___ le dice la que la suelte, que ella camina sola. Él sigue con ella en brazos, negando.
-Justin, me estás tocando el culo.
-Ya lo sé.
-Pues quita tu mano.
-No.
-Me voy a enfadar.
-Enfádate.
-Justin, que llevo un traje.
-No me había dado cuenta.
Y así transcurre el camino por el pequeño bosque. ¿A dónde mierda van? ___ no tiene ni idea. Justin sí. Pero ella exige una explicación. Ya. Inmediata. No le gusta que la traten como a un muñeco. Pero al final decide rendirse. Y llegan. Anda que si llegan. Ya no hay restos del bosque. Se ve toda la ciudad iluminada y ellos están en alto. En una colina. Luces vislumbran toda la ciudad. Y ella lo mira, alucinada. Él le regala una sonrisa y tira de su mano. Se sientan en una piedra y el abre sus brazos. Ella lo mira un segundo y se gira sentándose en sus piernas. Justin la rodea con sus brazos y le da un besito en el cuello.
-Qué bonito es esto. – dice ella observando el infinito.
De repente, se detiene y observa el cielo. Ve las estrellas un poco turbias y pestañea unas cuantas veces. Se aclara la vista. El cielo brilla. Hay millones de estrellas. Y ella busca la suya. Y la encuentra. ¿La recuerdan? Su estrella. Justin hace el mismo recorrido con su vista. Y también encuentra la suya. Sonríe sin darse cuenta y dirige la mirada hasta ella que sigue observándola, sólo que nota en sus ojos esa añoranza. ___ se siente observada y gira la cabeza hacia él. ‘En este momento hay seis mil cuatrocientos setenta millones, ochocientos dieciocho mil, seiscientos setenta y un habitantes en el mundo. Algunos huyen asustados. Otros vuelven a casa. Algunos cuentan mentiras para poder sobrevivir. Otros se enfrentan a la verdad. Algunos son hombres malos en guerra contra el bien. Y algunos son buenos, y luchan contra el mal. Seis mil millones de personas en el mundo. Y a veces solo necesitas a una.’ Eso es lo que suelen decir. Normalmente, es cierto. Totalmente. Pero otras, también necesitas a otras personas que has dejado atrás por cualquier circunstancia.
-¿Tú también los extrañas verdad? – dice ella tocando su mejilla. Justin traga saliva y mira hacia la ciudad. Su madre. Sus hermanos. – No te hagas el fuerte. Sé que los extrañas. Yo también. Extraño mucho a mi madre, a mi casa, a Rick. – Justin la mira, ¿Rick? ___ sonríe. – Rick es el esposo de mi mamá. Él fue el señor que me trajo a la universidad cuando tú me viste.
Justin asiente y le regala una leve sonrisa casi nula. Mierda. Los recuerdos. Sueños, imágenes caprichosas que mezclan nuestros recuerdos, alborotan nuestra memoria durante segundos, minutos, horas, noches.
-¿Por qué no vas a verlos? – le pregunta ___.
-Voy a ir.
-¿Pero cuándo?
-No lo sé. – él niega y vuelve a mirar al cielo. – No lo sé.
-Pero como que no lo sabes Justin. Compra un puto ticket y vete a Canadá a ver a tu familia.
-Pero yo ahora no quiero dejarte aquí.
-Pero no me vas a dejar. - ___ se horrorizó de repente. ¿Si Justin se iba a Canadá significaba que no iba a volver jamás?
-Si me voy a Canadá en época de estudios, mi padre me quitará de la universidad.
-Pero él no puede hacer eso. Tú vas a ver a tu familia. A tu madre, a tus hermanos y a tus abuelos.
-Lo sé. Pero la universidad es demasiado cara nena.
-¿Y si te vas? ¿No vuelves?
-No.
___ tragó saliva. Una pregunta se le abalanzó directamente a la cabeza.
-¿Sabes que quedan cinco meses para terminar verdad? – Justin asintió. - ¿Cuándo terminemos? ¿Te irás?
Justin frunció el ceño. No había pensado en eso. No joder, no lo había pensado. Tragó saliva.
-Olvídate de eso. Yo no me voy a ir a ningún lado, me voy a quedar aquí contigo. Te garantizo que habrá épocas difíciles y te garantizo que en algún momento uno de los dos o los dos querremos dejarlo todo, pero también te garantizo que si no te pido que seas mía me arrepentiré durante el resto de mi vida.
Y la abrazó. Aspiró el perfume del cabello de ella y cerró los ojos. Silencio. Los abrió. Otra vez, buscaron sus estrellas. Él rompió el silencio.
-¿Ves aquella? – dijo señalando el cielo.
___ guió su mirada hasta el punto que Justin decía. Aquella estrella brillaba muchísimo. Vislumbraba por encima de todas las estrellas que había. Y era la más grande. Seguro que alguna vez habéis mirado al cielo y habéis visto esa estrella, que destaca por encima de todas. A veces nos gustaría cogerlas, se ven tan grandes, tan llenas de luz y nunca, nunca caen. Y siempre están ahí. Alumbrando el cielo. ___ la miró. Pestañeó varias veces, el brillo era inmenso. Reconoció la estrella que Justin le dijo. Porque a pesar de que él le dijo donde estaba, también era la suya. Frunció el ceño un segundo y lo miró de reojo. Él observaba el cielo, con una leve sonrisa.
-Mi abuelo, me decía que esa estrella me dirigiría en mi vida. Que confiara en ella. Es extraño, porque siempre que observo al cielo, siempre está ahí, alumbrando. También me decía, ‘Justin, puedes hacer lo que te propongas, siempre que le eches un par de huevos o tres. Hay un momento justo antes de dormirte completamente, en el que tu consciencia recupera en un instante los momentos más importantes de tu vida. Dicen que el segundo después del flash, aparece la persona que te hace sonreír e inconscientemente te dormirás. También debes saber, que esa estrella te cambiará’. ___ lo escuchaba expectante. – Un día, estábamos en la casa de campo de mis abuelos. Yo estaba sentado en el césped, a fuera, observando el cielo. Ahí aún todo era distinto. Yo era un chico, totalmente distinto. Nada de bebidas, mujeres ni velocidad. Yo me encerraba en la música. Se me había roto mi guitarra favorita, y estaba encabronado totalmente. Salí a fuera y caminé hasta un pequeño río que hay cerca de la casa de los abuelos. El cielo era algo que me llamaba mucho la atención. Me senté en el suelo y contemplé las estrellas. Había una que me llamaba la atención. Estaba tan apegado a ella que me llevé un susto de muerte cuando sentí el hombro de mi abuelo en mi brazo. Él se sentó a mi lado y me dijo que algún día, cuando me encontrara solo, o algo fuera mal, cuando les echara de menos, que mirara al cielo. Que en esa estrella estarían las personas más importantes de mi vida.

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