• Desafío al corazón. Capítulo {39}

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• Capítulo 39.


-¿Me lo prometes? Acabas de renunciar a todas las plas.….-le corté.
-___, te prometo que no hay otra cosa que no desee más que estar contigo.
Ella sonrío y volvió a besar lento los labios de Justin. Sus corazones amagaban estallar en cualquier momento. Le sonrió. "Arriesga" le susurró. Y en ese momento, con la certeza que sólo tenemos unas cuantas veces en la vida, se lanzó.
-Te quiero. – susurró ella contra sus labios.
-Yo también te quiero. - ___ tocó sus labios por última vez con suavidad y se separó lentamente.
-Vamos, hace frío. – dijo encogiéndose. Se detuvo. Lo miró.
-¡Justin! – gritó. Él se exaltó y la miró en interrogante. - ¡Yo no me atrevo a salir de aquí!
-¿Cómo? – se formó una risa en sus labios.
-¿Cómo que cómo? – carcajeó ella. Él elevó una ceja.
-¿Qué pasa? – preguntó él.
-Que estoy empapada. Mojada. De pies a cabeza.
-¿Y?
-¿Cómo que Y? - ___ hizo una mueca con sus labios.
Él la miró y frunció el ceño, para luego carcajear. Miró hacia la orilla y volvió a mirarla.
-No seas tonta.
-Sale del agua. Luego saldré yo.
-Voy a verte igual.
-¡Joder!
-Venga, anda. Juro no fijarme en ti.
-No te creo.
-Será difícil. Pero venga. – le ofreció su mano riendo. Ella bufó y la cogió, saliendo poco a poco hasta la orilla. Justin se giró y la observó. Descarado.
-¡Que no me mires!
-Es que eres hermosa. - ___ se rodeó con sus brazos.
-Venga, no seas tontita. – dijo tirando de su mano, apretándola a él. Ella comenzó a ceder y sonrió. Se acercó y besó la comisura de sus labios para luego volver a alejarse.
-Me gusta tu eso. – dijo señalando su brassier. Ella se miró ingenua y volvió a mirarlo, pegándole una leve bofetada en la cara.
-¡Te dije que no te atrevieras a mirarme!
Él se llevó la palma de la mano a su cara y la miró con el ceño fruncido. ___ avanzó unos pasos hacia atrás y el corrió hasta donde ella estaba, cogiéndola en volandas y girándola en el aire. Como en las películas. ___ carcajeaba. Comenzó a bajarla lento. Y de nuevo se quedaron mirándose a los ojos.
- ¿Tú me quieres en serio? – le preguntó ella con la voz tomada.
-¿Dudas de mí?
-No es eso. – ella negó y fijó su mirada en el agua. Unos segundos y volvió a mirarle. – Tú me odiabas.
-Y tú también a mí.
-Sí, pero es diferente. Tú has estado con muchas chicas.
-Olvida todo eso. Yo te quiero a ti.
-Yo no quiero equivocarme.
-¿Por qué nos íbamos a equivocar?
-Tú no lo entiendes. – ella se soltó de su agarre y se sentó en la arena. Fijando de nuevo la mirada perdida en el horizonte. – Yo he sufrido mucho. Lo he pasado muy mal. Mi vida ha sido muy difícil. Habían días en el que el reloj iba cada vez más rápido, como si la vida se me escapara de las manos.
-Yo también lo he pasado mal. Muy mal. – Justin la interrumpió. Se colocó su blusa y se sentó a su lado. __ le miró, a sus ojos dorados que ahora estaban brillantes. Y volvió a mirar al horizonte.
-Yo había dejado de ver el lado bonito de la vida, había dejado de disfrutar de las sonrisas, del sol, de la luna, de los nuevos días, había perdido la ilusión de seguir luchando. Me había olvidado de vivir, de sonreír.
Ella tenía el corazón encogido, en una mano y un mar de lágrimas que la estaban inundando en la otra. Pero era fuerte. O quería aparentar serlo delante de él. Sea por lo que fuera, se las estaba aguantando.
-La gente ha sido muy mala conmigo. Por mi apariencia. Yo sufría mucho. Ellos no se daban cuenta. Quizás por divertirse, abatían contra mí. Cuando no pensaban que yo soy una persona. Que las personas tienen sentimientos y que sufrimos. – hizo una pausa y tomó aire. Los pulmones se le llenaron de aire y continuó. – Aunque la verdad dudo que ellos y ellas tengan sentimientos.
-Y yo fui uno de esos.
-Sí. – lo miró. – Me hiciste mucho daño.
-Y yo lo siento.
-Y por eso esto me da miedo.
-¿Por qué?
-Porque somos polos opuestos. A ti te gusta la velocidad. Y yo prefiero ir despacio.
-Mi madre siempre decía que, ‘Los polos opuestos se atraen. Y son difíciles de separar’. – dijo él retirando un mechón de cabello de ___ y colocándolo detrás de su oreja. – Pero tú también me tienes que enseñar, a reducir la velocidad.
-¿Y si un día la que aumenta la velocidad soy yo?
-¿Qué quiere decir eso? – dijo él curvando los labios. ___ rió.
-¿Y si de repente, resulta que te veo con otra y no aguanto que estés con ella y mi acelerador se dispara?
-Entonces ahí, te enseñaré yo a bajar las velocidades.
-¿Es como una prueba?
-No exactamente. Yo te enseñaré todo lo que se y te daré todo lo que pueda. A cambio tú me enseñaras y me regalarás lo mismo. Es fácil. Pero lo principal es la confianza.
-Algo me dice que detrás de esa facha de malote, eres todo un tierno. – dijo ella tocando su mejilla. – Velocidad con toques de ternura. – se acercó a él y miró sus labios. – Sí, creo que me arriesgo.
La mano de ella en su cuello. La de él en su mejilla. Miradas cargadas de palabras, sus corazones gritando en silencio. Esa sensación. De nuevo. De repente sus labios se mueven ligeros sobre los de ella produciendo pequeñas descargas eléctricas. Vuelve a pasar las yemas de sus dedos por su mejilla, consiguiendo que a ___ se le ponga el bello de punta. Ella colocó su mano en el torso de Justin y tiró un poco de su blusa para formular un mejor beso. Justin llevó su mano hasta la muñeca de ___ sin querer apretándola un poco y ella rápidamente se alejó. Otra vez el dolor en las muñecas. Se separo rápidamente y susurró un leve ‘Asshhhh’, en forma de queja.
-¿Te hice daño? – dijo cogiendo su mano rápidamente. Preocupado. – Lo siento, lo siento.
-No, no. – dijo ella con un rostro de dolor, pasando las yemas de sus dedos por los pequeños cortes un tanto visibles.
Justin la miró a los ojos y luego bajó la vista hasta sus manos. En su barriga se formó un vacio. Un vacio enorme. Volvió la vista hasta sus ojos que ahora le miraban con miedo. ¿Qué pensaría ahora Justin? ¿Tenía una novia que se intentó cortar las venas?
-¿Qué pasó? – preguntó él. Ella negó con la cabeza y se encogió, abrazándose de sus rodillas.
-Te dije que mi vida ha sido muy dura.
Justin la hizo girarse y volvió a coger su mano, observando ahora la pequeña sombra lineante de sus muñecas. Volvió a pasar las yemas de sus dedos por encima mientras ella le regalaba inconscientemente una cara de dolor.
-No sé la causa. Pero no tendrías que haber hecho esto nunca… - dijo él sin dejar de acariciarla. – Cuéntame.
-No Justin. – dijo ella negando.
-Venga gatita. Cuéntame. – dijo él ofreciéndole confianza. – ¿Tengo derecho a saber un poco sobre mi novia no? - Ella sonrió. Su novia.
-Está bien. – se levantó y se colocó justo delante de él. En sus piernas. Él abrió sus manos y dejó que se sentara, acariciándole el cabello.
-Mi padre. – tragó saliva con tan solo decir eso. – Mi padre, se separó de mi madre cuando yo tenía tan solo 13 años. Él siempre solía salir con sus amigos, de bares. Pasaba en casa un 98% del día. Y cuando venía, solo rompía cosas e insultaba a mi madre. - Y se quedó silencio. – Un día, vino, eran las doce de la noche. Mamá se había pasado como tres horas llamándole, pensando que le había pasado algo. Yo estaba en mi cuarto, y escuché ruidos. Entonces supe que ya había llegado. Yo en ese entonces sólo tenía 9 años. Bajé las escaleras, temerosa. Pues sabía lo que venía después. Mamá siempre me decía que cuando escuchara ruidos, no saliera de la habitación. Ese día desafié a mi madre y bajé. – Nuevamente silencio. Su voz se quebró. Justin acarició su hombro y depositó un dulce beso en su cabeza. Ella cogió aire. – Cuando bajé, me encontré con mamá tirada en el sillón mientras papá le pegaba con un cinto. Corrí hasta ellos, gritando que parara, pero no me hizo caso. Se acercó a mí y me pegó una cachetada, muy fuerte. Caí al suelo, llorando. Mamá le rogaba que no me hiciera daño a mí, que se lo hiciera a ella. Yo no sabía qué hacer, era pequeña, no entendía nada, me dolía el rostro, el corazón y el techo de casa se me estaba viniendo encima. Como un kilo de escombros. Me escondí detrás del sillón, mientras veía como mi padre maltrataba a mi madre. Su cara de dolor, sus gritos, sus suplicas de que parara, que allí estaba yo. Ella diciéndome que corriera a mi habitación, que no siguiera mirando. Yo no hice caso. Yo quería parar aquello. Me acerqué al mueble y cogí el jarrón, con las flores que el día antes le había traído abuelo a mamá. Me acerqué a él y se lo tiré, el cayó al suelo y tiré de mamá hasta llegar a mi habitación, corriendo con ella. Mamá cerró la habitación y luego se escucharon los fuertes golpes de él en la puerta, gritando que le abriéramos.
-Eres muy fuerte. – susurró él.

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